domingo, septiembre 15, 2002

el viaje llegó a su fin y pisé mi hogar hace unos minutos. si realmente me importara un carajo la vida, haría como el papa y besaría el suelo cada que llego, pero no veo la razón para empinarme y pretender ser lo que no me importa ser.

(¿habré dicho algo en el parrafo anterior? eso me intriga, pero no lo suficiente, though)

letth manejó todo el regreso y aunque mi plan era dormir todo el camino (pinches 4 horas), no me fue posible tal proeza.

¿quieres agradarle a una mujer? déjala manejar tu auto. ¿quieres demostrarle a esa mujer que la amas? déjala manejar tu auto en carretera. esto es la última gran prueba de amor. ¿te has tirado a una virgen? ponen su vida en tus manos al entregarte su más grande pertenencia... para los hombres, lo de la manejada en carretera practicamente puede entrar en la misma categoría. es un sacrificio. es por amor. y lo más importante, al final no sabes si lo disfrutaste, porque todo el tiempo estuviste pensando en que a lo mejor no debiste haberlo hecho.

terminamos peleados. pagué la cena, pero ni así.

he ahí otra similitud con la pérdida de la inocencia... ella termina molesta, porque sabe que en el fondo no me divertí, pero de todas maneras logró lo que quéría: venirse.